Arquitectos en busca de la felicidad
Ya antes de terminar la carrera, en los primeros dosmiles, había profesores que trataban de explicarnos cuan dura era la realidad profesional del arquitecto.
Por entonces, sólo soñábamos con Koolhass y su libro “S,M,L,XL”, que tanto nos costaba entender, y los más atrevidos o inconscientes, confiábamos que cuando nos tocara saltar al ruedo en unos años, seríamos capaces de aportar algún aspecto interesante a la arquitectura, en su sentido más social y generalista.
La profesión puede ser dividida atendiendo a las distintas motivaciones de cada arquitecto y el grado de consecución de los objetivos de su plan de desarrollo profesional.
1.- ARQUITECTOS QUE VIVEN DE REALIZAR ARQUITECTURA.
2.- ARQUITECTOS QUE SOBREVIVEN EN UN ENFOQUE MERCANTILISTA DE LA PROFESIÓN.
3.- ARQUITECTOS QUE ESTÁN A MEDIO CAMINO DE LOS ANTERIORES.
Por supuesto, podríamos matizar esta clasificación tan reduccionista, con más subcategorias. Sin embargo, creo que en este caso es mejor centrarnos en estás tres. Aquí no vamos a hablar de los arquitectos que se han convertido en estrellas gracias a su genialidad arquitectónica o, al menos, empresarial. Éstos pertenecen al mundo de lo intangible y su valor no atenderá a criterios normales, al igual que ocurre con los artistas.
Los primeros. Los arquitectos que viven de realizar arquitectura, son aquellos que por distintos motivos, han llegado a un punto en el que su trabajo consiste en vender arquitectura comprometida, tanto a clientes privados como públicos, y sus honorarios, aunque hayan disminuido por la crisis, son acordes a la calidad de sus propuestas y al grado de responsabilidad de la profesión.
Los segundos. Los arquitectos que sobreviven, son aquellos que se han centrado principalmente en la parte más mercantilista de la profesión, …..”a ver que puedo hacer para vivir holgadamente y realizarme con mis hobbys”…. Quizá, puntualmente, les sale la vena de arquitecto apasionado, pero no es lo habitual. Este gran grupo de compañeros son los que no entienden la opción de presentarse a concursos de ideas, demasiado esfuerzo para casí seguro premio inexistente. Su búsqueda de trabajo suele ser en el ámbito del promotor privado, y el producto que venden suele ser impuesto por el promotor, da igual una comunidad, una empresa, un individuo, etc. “Océanos rojos” que antes de 1997 y la liberalización de los precios, suponían una mayor remuneración . Este tipo de proyectos, donde no hay componente arquitectónico, más allá de la firma del arquitecto, eran muy rentables porque se desarrollaban con rapidez. Hoy en día no es así, los océanos rojos donde la mayoría de un colectivo ofrece lo mismo, los clientes privados y/o públicos solo están interesados en nuestra oferta económica. Todos sabemos que también la arquitectura comprometida ayuda a mejorar el resultado económico de la operación inmobiliaria.
Los que están en medio. Los arquitectos que aman la arquitectura tanto como los primeros, pero se encuentran “perdidos” luchando por hacer “arquitectura comprometida” para clientes que posiblemente no la demanden. Este grupo combina en su actividad profesional: trabajos donde el promotor solo requiere una firma y algún encargo de ARQUITECTURA. En busca de los segundos participa en múltiples concursos de ideas, normalmente con falta de tiempo dado que necesita sostener la estructura del estudio con proyectos sin interés ni compromiso arquitectónico, que encima hoy en día son deficitarios.
La paradoja es que estos tres arquitectos son infelices. Los exitosos; hablando con ellos confiesan la dificultad que supone desarrollar arquitectura de calidad una vez ganado el concurso, en muchos casos sin compensación económica. Los más “mercantilistas”, no por ello peores profesionales, se encuentran embarcados en una lucha feroz de comunidades, administradores de fincas, ayuntamientos, etc., donde el premio son proyectos igualmente deficitarios. Los soñadores que no están “ni aquí ni alla”, son también estudios deficitarios; con el hándicap que aún no han centrado claramente el enfoque de su actividad, se encuentran frustrados porque hacen cosas medianamente interesantes pero no obtienen ni reconocimiento ni compensación económica.
Es importante que cada día pongamos en valor nuestra profesión. Dediquemos tiempo a que nuestro cliente entienda las vicisitudes de la misma, para que seamos tomados en serio. Se trata de una profesión de alto riesgo, de enorme responsabilidad que requiere de una gran implicación, seriedad y pasión. Cuando compitamos pensemos en que el objetivo es poner la arquitectura y nuestra profesión en valor. Cuando trabajamos por debajo de mínimos económicos, nadie gana; ni si quiera el promotor, público o privado, ya que un proyecto que no responde a criterios de arquitectura comprometida normalmente adolece de la suficiente reflexión y, normalmente, es anti – económico para aquel.
Bilbao, 8 de marzo de 2016.
Borja Angulo.